
Es curioso cómo hoy en día muchos siguen preguntándose a quién pertenece Tánger, quizá porque fue ciudad de muchos durante un tiempo que ni recuerdan. Aquí no vamos a hablar de lo que uno puede encontrar en una guía de viaje, sino de las razones por las que se debe visitar esta cautivadora ciudad con una historia única.
Tánger, Tanja en árabe y bereber, se encuentra en el extremo norte de África y solo dista 14 km de la costa española. Es en la actualidad la segunda ciudad industrial de Marruecos, pero fue deseada y conquistada una y otra vez desde la prehistoria.

Pasó de manos de los fenicios (VI a.C.) a los romanos (40 a.C.), que la llamaron Tingis; de los vándalos de Genserico (429-534) al imperio bizantino (534-682); los árabes y bereberes la ocuparon desde el año 682 hasta 1471, fecha en la que Portugal y España se hicieron con ella.

Aunque cueste creerlo, en 1661 formó parte de la dote de la infanta Catalina de Braganza para su boda con Carlos II de Inglaterra, siendo recuperada en 1684 por el Sultán Ismail con la ayuda de los bereberes de las cabilas del Rif central. Antes de la retirada de los ingleses, estos destruyeron la ciudad y su puerto. En 1786, Tánger se convirtió en la capital diplomática de Marruecos, instalándose en ella los diplomáticos extranjeros, el Consulado de España y, en 1797, la primera delegación extranjera de EEUU, que en 1821 establece su embajada, constituyendo la primera propiedad que el país adquiere en el extranjero, obsequio del Sultán Suleimán. Pero aquí no acaba todo. Italia la ocuparía de nuevo en 1849 con Garibaldi.

La Zona Internacional de Tánger se establece de 1925 a 1940 por la firma de la Conferencia de Algeciras, que acuerda el condominio de Bélgica, España, Estados Unidos, Países Bajos, Portugal, Reino Unido y la URSS. Italia se suma en 1928. Desde las murallas de la medina se empezó a construir una ciudad totalmente nueva para los extranjeros, a la última moda arquitectónica: el boulevard Pasteur, la calle Belgique, el café de París, el cine Goya, el Teatro Cervantes…

En 1940, Francisco Franco desaloja a las potencias extranjeras al entrar el Tercer Reich en París, siendo Alemania el único país que acepta esta ocupación y envía un cónsul a Tánger. En 1945, España se retira al avanzar el ejército aliado en Europa y Tánger vuelve a declararse Zona Internacional. En 1956, Marruecos consigue la independencia.

Como cabía esperar, debido a los sucesivos cambios de manos y su situación estratégica frente a España y el Peñón de Gibraltar, la ciudad conserva un carácter asombrosamente internacional. En la actualidad cuenta con cinco sistemas educativos (marroquí, español, francés, británico y americano) y sus habitantes hablan una media de tres idiomas (árabe, español y francés, más bereber según el caso). Su pasado bohemio la persigue al conservar rasgos coloniales que nos sumergen en su historia. Es imposible olvidar que fue una ciudad de encuentro de intelectuales, artistas, políticos, agentes secretos y hombres de negocios, especialmente en la década de los cuarenta. Buscaron inspiración en ella Henri Matisse, Paul Bowles, Vasili Kandinsky. Los tangerinos no se sienten especialmente orgullosos de haber albergado a millonarios excéntricos o artistas que se daban la buena vida en su ciudad, pero esta época puede revivirse en diversos rincones: el café Madame Porte, la calle Libertad o el renovado hotel Ville de France.

Las huellas del colonialismo están presentes por doquier y dan una idea de la importante presencia extranjera que tuvo la ciudad. Ejemplos palpables de ello son la pastelería La Española, el edificio San Francisco frente al Consulado Español, la Catedral, el cementerio inglés de Saint Andrew o el cementerio de perros junto al Club de Hípica.

Año tras año se hace patente el proyecto de inversión del gobierno en infraestructura y urbanismo. Se han reformado el puerto, el paseo marítimo, el exterior de la kasbah y la Gruta de Hércules. El crecimiento de la industria en la ciudad ha levantado nuevos barrios de edificios que se extienden hasta zonas donde antes solo había carreteras de paso. La oferta hotelera se ha multiplicado y en forma de cinco estrellas. La nueva iluminación urbana, el incremento y embellecimiento de las zonas ajardinadas y el acerado ponen de relieve la recuperación de una ciudad sin igual.
Tánger es una ciudad que hay que recorrer, al menos en parte, a pie, a pesar de sus cuestas. Explorando sus distintos barrios uno se topa con la ciudad cristiana o musulmana, francesa o española, obrera o lujosa, moderna o tradicional. No hay que perderse la Plaza 9 de Abril, que delimita la antigua zona internacional y la medina; el barrio de la Mezquita Mayor, en la vieja zona italoespañola, frente al Instituto Cervantes y el de Educación Secundaria Severo Ochoa; el Palacio de Marshan, junto al cual se encuentra el antiguo barrio judío; el Cabo Espartel, punto de unión del Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico.

Y, como toda ciudad marroquí, ofrece el encanto de sus tradiciones en el hablar, el vestir o el comer. Se puede perder por el zoco para el disfrute de sus ojos, su nariz y sus oídos. Admirará las montañas de aceitunas y especias, los colores y el orden ingenioso de las prendas y el calzado a la venta. Descubrirá nuevos olores que van y vienen entre el tráfico y los viandantes. Su paladar no creerá que existían sabores que no había experimentado antes: el del cuscús, el pollo con aceitunas, el té con hierbabuena. Sus oídos aprenderán a distinguir los anuncios de los vendedores ambulantes del murmullo de la gran ciudad y las gaviotas que merodean en las playas y el puerto.

Cómo llegar
- Por aire: una hora desde el aeropuerto de Barajas al de Ibn Battuta de Tánger, a 20 minutos del centro, con disponibilidad de taxis.
- Por mar: 45 minutos en ferry desde el puerto de Tarifa al de Tánger (desde Algeciras se llega al puerto de Kasar Saghir, a 20 minutos).
- Por carretera: 90 km desde Ceuta.
Moneda
Dirham (10 dirhams (DH) = 1 euro). Se puede cambiar dinero en cualquier banco. Algunos comerciantes aceptan euros. El regateo a la hora de comprar es una tradición, excepto en hoteles y restaurantes o cafeterías.
Alojamiento
- En el centro: Minzah, Al-Andalus, Intercontinental, Chellah, Rembrandt
- En la playa: Almohades, Solazur, Hilton, Movenpick, Le Mirage
- En la medina: lo ideal es en un riad como La Maison Blance, Dar Mesouda o Arous Chamel
√ Rebeca García Agudo