Día tras día, los médicos se enfrentan a la enfermedad de las personas, con la impotencia del retraso en la investigación.
La enfermedad tiene varias caras: hay que diagnosticarla, aplicar el tratamiento que mejor se adapte a cada individuo, percibir la situación que genera en el paciente y su familia y ayudarlos a colaborar y cumplir el tratamiento, a vivir con la enfermedad o a aceptarla, acompañarlos a lo largo de su curso y en su final si llega el caso.
Cada vez más, el médico tiene que ejercer su trabajo bajo ciertos factores que antes no eran tan notables, como el tiempo. El médico no puede estar con un paciente todo el tiempo que desea, ya que tiene predeterminado un tiempo exacto para cada paciente y así puede citar un mayor número de pacientes por jornada. No puede hablar todo lo que quiere ni dejar que el paciente lo haga porque le resta tiempo al siguiente paciente.
Otro factor a tener en cuenta es la lista de espera: ante la reducción de personal, caben más pacientes por médico y los que no se dan de alta se acumulan y alargan la lista de espera. Esto ha obligado a la atención especializada a determinar los criterios por los que determinados pacientes pueden ser seguidos en atención primaria, lo que hace que el médico de familia tenga que asumir de manera creciente el seguimiento de las patologías de sus pacientes asignados. Tal vez uno de los factores más importantes es el dinero, y más en tiempos de crisis. Se va a dar a los pacientes todo lo que precisen, pero se va a mirar cuánto se gasta, en qué se puede ahorrar, qué pruebas son innecesarias o repetitivas, si toma medicación oral o intravenoso o si puede irse de alta y terminar la recuperación en su domicilio. Así que el médico, además de escuchar los síntomas, distinguir los signos, determinar qué pruebas pide, diagnosticar la enfermedad y decidir un tratamiento, debe calcular el tiempo que tarda y gestionar eficazmente los recursos humanos y materiales de que dispone. Bueno, y consultar, solicitar y escribir todo en la aplicación electrónica correspondiente, razón por la cual le es difícil mirar a la cara a sus pacientes.
¿Y dónde queda la investigación? ¿Debe investigar el médico que ve pacientes o esta es una tarea solo destinada al médico que trabaja en un laboratorio con células madre? Hoy en día, la sanidad pública no contempla un horario, una remuneración, una compensación ni un incentivo para el médico que ve pacientes e investiga. Esta es una actividad que el médico se ve obligado a hacer en su tiempo libre, por la que no cobra nada, para la que no recibe ninguna ayuda y que no le diferencia de los compañeros que no la realizan.
Si tenemos en cuenta que la medicina de hoy es el resultado de la investigación en el pasado, estaremos de acuerdo en que queremos que se investigue hoy para que la medicina del futuro sea mejor que la actual porque, aunque nunca tuvo igual, aún puede proporcionar mejoras en enfermedades y situaciones clínicas que merman la calidad de vida de algunos pacientes o que reducen su esperanza de vida.
El médico que investiga va un paso por delante. Es un observador constante, ningún detalle escapa a su atención. Se hace preguntas sobre lo que lee, lo que hace y lo que obtiene, detecta puntos de mejora en su práctica diaria e intenta cambiar lo que ya conoce por algo que puede repercutir de manera positiva en las personas que atiende.
No se puede diagnosticar lo que no se conoce, es lo primero que aprende un residente. Un caso clínico que se sale de lo habitual, una enfermedad rara o un proceso que nada tiene que ver con nuestra especialidad son algunas de las situaciones que requieren de una formación diferente a la que la sanidad pública exige en estos tiempos de crisis en busca de un médico que solo sea eficiente.
La inversión en la investigación clínica requiere el tiempo que el médico dedica a reducir la lista de espera y eso es muy caro en el momento presente, de manera que hay que idear un sistema de retroalimentación cuya aplicación revierta en las partes implicadas: gestores, médicos y pacientes.
En este artículo se presenta un sistema ideado para que todo lo expuesto sea plausible. Vamos a funcionar por semestres. Si un médico publica un artículo como primer autor en una revista indexada en un semestre, al siguiente semestre podrá disfrutar de un día al mes para investigación, que perderá si al siguiente semestre no obtiene otra publicación. Si publica dos artículos, obtendrá dos días al mes y así hasta un máximo de cuatro. La producción científica que un hospital puede lograr es inmensa, la motivación y actitud de los médicos en su práctica clínica puede ser muy positiva frente a la actual y el beneficio para los pacientes no tiene precio.
Dijo Mary Lasker: «If you think research is expensive, try disease” (si cree que la investigación es cara, pruebe la enfermedad).
√ Rebeca García Agudo