Hoy visitamos una preciosa casa tetuaní perteneciente a un juez amazigh del Rif que se trasladó a Tetuán con su familia a principios de 1960.
Las antigüedades tienen la facultad de transportarnos al pasado, lleno de historia y descubrimientos, y este viaje es aún más alucinante cuando acontece en un territorio extranjero con identidad española: Tetuán. Tetuán (del tamazight Tiṭṭawin, que significa «los ojos») es una ciudad del norte de Marruecos, cercana a Tánger y a Ceuta. Hasta la independencia de Marruecos en 1956, Tetuán fue la capital del Protectorado Español. Durante siglos, Tetuán se convirtió en un importante punto de contacto entre Marruecos y la cultura árabe de Al Ándalus en la península ibérica. Después de la Reconquista cristiana en 1492 y la expulsión de los musulmanes, Tetuán fue reconstruida por refugiados andalusíes, que conservaron el idioma y el orgullo de su procedencia morisca peninsular. En 1997, la Medina de Tetuán fue reconocida Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, al contener un casco histórico excepcionalmente bien conservado que muestra todas las características de la alta cultura andaluza.
Esta casa está ubicada en el barrio de Bab el Okla, una de las siete puertas históricas de la ciudad. Como es costumbre en Marruecos y otros países del Mediterráneo, hay uno o varios salones para la recepción de invitados. Los baños y la cocina no se muestran al extraño. El total de la pared del salón se adorna con divanes y las mesas auxiliares facilitan la toma de dulces y té. Vemos el dormitorio principal elegantemente decorado, con tocador y armario demasiado innovadores para los sesenta, cuando el norte de Marruecos gozaba de una extraordinaria modernidad respecto a Europa.
Una de las riquezas decorativas de esta casa se encuentra en los azulejos. La palabra azulejo deriva del árabe الزليج az-zulaiŷ, «barro vidriado». La cara vidriada del azulejo resulta de la cocción de una sustancia a base de esmalte que se torna impermeable y brillante. La presencia de azulejos ha sido determinante en la estética de la arquitectura hispano-árabe y en el arte islámico en general, destacando su evolución en el mudéjar y en la loza portuguesa y española desde el siglo XVIII.
Las habitaciones de la casa se sitúan alrededor de un patio cerrado con suelo de cristal pavés y techo con claraboya para permitir el paso de luz, otra de las obsesiones de la arquitectura árabe. Este detalle puede observarse en las ventanas que dan al mismo patio, aunque los salones dispongan de ventanas al exterior. Asimismo, sobre las puertas de entrada a las dependencias, que constan de dos hojas estrechas, se ha colocado nuevamente un cristal como si fuera a faltar iluminación. Observen la librería, la lámpara, el reloj, la radio y el teléfono de la época. Al fondo, azucarero y perfumero de alpaca para ofrecer agua de azahar a los invitados, a modo de refresco; estos son regalos tradicionales en las bodas marroquíes.
Salimos de la casa y nos encontramos un patio sencillo, con pocas pero imprescindibles plantas como en toda terraza marroquí, con los muros altos para evitar las miradas de curiosos. Ha sido una visita maravillosa. Gracias a la familia por su cariño y hospitalidad.
√ Rebeca García Agudo
Muy interesante y documentada la descripción de la casa. Estas casos se deberían conservar tal cual, como muestra cultural de una época que no debemos olvidar.
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Me ha encantado esta entrada, efectivamente el azulejo y la famosa baldosa hidraúlica con sus formas geométricas y colores caracterizan cualquier espacio típico marroquí, yo soy una enamorada. Además aún se conservan joyas como la que describes… Marruecos es una joya para los anticuarios!
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