Merece muchísimo la pena visitar este pueblo turolense, que conserva como pocos el sabor de sus orígenes.
Lo que lo hace tan especial es que en su casco antiguo solo hay eso, casas y casonas antiguas rehabilitadas con esmero, pero siempre respetando su esencia y su rasgo más característico, el color cobrizo y cambiante del yeso que se emplea en sus paredes, cuyas tonalidades cambiantes con los años y los antojos de la climatología son testigo del paso del tiempo, que por lo demás parece haberse detenido en sus calles.
Tan solo una bonita casa noble escapa sin desentonar con su azul celeste, a la suave uniformidad cromática reinante, que contrasta sin embargo con la irregularidad de sus tejados, las distintas alturas, los voladizos superpuestos, y los relieves montañosos que protegen el conjunto.
Muy recomendable aprovechar las visitas guiadas que desde la plaza salen a las 11:00 y las 12:00 h. Hay varias empresas encargadas de ello, os informarán estupendamente en la oficina de turismo, pero si teneis ocasión no os las perdáis, 3 euros por persona por una incursión fantástica en la historia y arquitectura de este pueblo de cuento.
De hecho, mi recomendación es que si vais dos días aprovecheis ambos para hacer sendas visitas, pues la única desventaja que le he encontrado al turismo en Albarracín, es que no existe una visita que aúne recorrido por el pueblo, catedral y casa noble, ya que estas últimas son excluyentes, y no se puede ver ninguna de las dos si no es con visita guiada. Por fortuna, como digo, las visitas son asequibles, y hacer dos seria una opción. La otra opción es quedarse con la de la catedral si os encaja por horario, ya que la visita a la casa, aunque es curiosa, no difiere de otras casas típicas que hayais visitado con anterioridad. No obstante, yo no visité la catedral y no sabría deciros hasta qué punto merece la pena, ¡ánimo al que la visite a que nos ilustre al respecto!
√ Nayara Panizo González
Si te gustó este artículo, también puede interesarte: